Los Origenes
La Puebla de Fantova fue fundada en la Baja Edad Media, por gentes procedentes en su mayor parte de Fantova, enclave y población fortificada del siglo X, donde subsiste el castillo de Fantova y la ermita de Santa Cecilia del más puro estilo románico lombardo, asentado sobre un risco montañoso, en torno al cual creció un hábitat disperso en la actualidad prácticamente desaparecido.
La Puebla de Fantova está situada a pocos Km al sureste de Fantova, a una altitud de 709 metros, donde se configuró un asentamiento sobre una extensa meseta desde la cual se observan excepcionales panorámicas del pirineo aragonés; ocupando una posición estratégica sobre el camino que desde el valle de río Esera conducía a Centenera, Abenozas, Bafaluy y Fantova entre otras localidades, alguna de ellas despoblada en la actualidad.
Desde la población se observan vistas desde Cotiella al Turbón al norte, pasando por el denominado Morrón de Güel al este; al sur se divisa la iglesia de la Virgen de la Peña de Graus, La Puebla de Castro y los montes de Laguarres, y al este la meseta donde se sitúa la ermita de la Virgen de Laude.
Se desconoce cuando los vecinos de Fantova se fueron asentando paulatinamente en la actual Puebla de Fantova, posiblemente, se concedió una Carta Puebla a partir del siglo XIV o principios del siglo XV, ya que según Antonio Serrano Montalvo, en su libro “La población de Aragón según el fogaje de 1495”, señala ya en este lugar 24 fuegos[1], lo cual indica que el núcleo en este momento ya estaba consolidado con 24 grupos familiares, aunque quizá el número de casas era algo inferior.
Como dato a tener en cuenta sobre este asentamiento, cabe destacar que según se recoge en el censo mencionado, en 1495 se observan como propietarios Ramón de Giro, Johan de Parici, Bernat de Ciutat o Johan Ros entre otros, apellidos o nombres de casas que todavía se conservan en la actualidad.
Resulta especialmente relevante el hecho de que dos de los edificios civiles de mayor solera e importancia de la población sean la Torre de Casa Pariz y la Torre de Casa Girón, ambas construidas a lo largo del siglo XV-XVI, fueron levantadas posiblemente por las familias recogidas en dicho censo y de las que todavía, en la actualidad, toma el nombre.
La Puebla de Fantova, era antigua sobrecullida y vereda de Ribagorza y corregimiento de Benabarre. La Puebla solo fue municipio propio en tres breves periodos: de 1834 a 1845 que la perdió a favor de Fantova, recuperándola en 1857 hasta 1873 con los lugares de Centenera y las aldeas de Bayona, Colloliva, Fantova, Mariñosa y Rubiñaco. Posteriormente contó con ayuntamiento propio hasta que en la década de 1960-70 que pasaría junto a sus aldeas a formar parte del ayuntamiento de Graus.
Según los datos recogidos sobre su demografía se observa que en 1495 contaba con 24 fuegos, mas 12 en las aldeas. En 1609 se registraron 20 fuegos, pasando a 30 vecinos (mismo concepto que el fuego, considerado como casa o representante de la misma), 48 vecinos con Fantova, Torrelabad y el Soler en 1717, 60 casas que censó Pascual Madoz alrededor de 1850. En 1857 tenía 289 habitantes y en 1970, 233.
El origen medieval de la población y su urbanismo defensivo
A lo largo de siglo XIII-XIV el rey solía conceder las denominadas Cartas Puebla para la creación de nuevos núcleos cristianos con gentes procedentes de lugares cercanos que por diversas circunstancias económicas, decidían formar parte del nuevo asentamiento para optar a una vida mejor.
Se crearon poblaciones a lo largo de todo el territorio nacional, con unas estructuras urbanas regulares y un viario de trazado recto formando parcelas ordenadas de base rectangular y creando calles que para la época resultasen amplias y suficientes para poder cruzarse dos caballerías en la calle principal.
La composición visual del conjunto es lineal, sencilla y compacta y no se ha visto alterada con el paso de los siglos, de modo que debido a su posición y emplazamiento la visión tanto externa como interna del núcleo es muy potente.
A la entrada de la Puebla de Fantova desde el sur se sitúa la denominada Casa Pariz, que junto a la torre de Casa Girón podrían considerarse los dos puntos defensivos del lugar y están prácticamente unidas por un portal o cubierto abovedado denominado Cubierto Santa Ana que dan paso defensivo a la principal vía de la población, la Calle Mayor.
Ambas torres se alzan a la entrada de la población de forma transversal, la torre de Casa Pariz al sudoeste del arco y acceso al pueblo y la torre Girón al noreste del mismo arco o portal, ya como defensa a intramuros dentro de la población, marcando con su envergadura y sobriedad el acceso a la vía principal del conjunto.
La mayor parte del caserío se agrupa, todavía en la actualidad, flanqueando esta calle principal a la que conducen otras dos callejuelas paralelas a ambos lados de la misma, creando una estructura urbana totalmente planificada y dispuesta a partir de una distribución con la Calle Mayor como eje central, comunicada con el resto mediante pasadizos, bien de arco de medio punto o adintelados, formando un perímetro o contorno cerrado y defensivo por donde iría la antigua muralla, hoy oculta por las casas construidas apoyadas en la misma, y cuyas paredes cuentan con más de un metro de grosor.
El acceso al primer núcleo posiblemente se realizaba cruzando puertas fortificadas, que defenderían el lugar, es dentro de este antiguo recinto defensivo donde se encuentran la mayoría de las casas todavía en la actualidad. Puede teorizarse si el cubierto denominado de Salamero, o el cubierto denominado de Benedico fueran también accesos a este antiguo caserío.
En el caserío se observan portales de gran valor artístico como la entrada a Casa Borbón, a través de un impresionante arco de medio punto dovelado, con el escudo en la clave con las armas de la familia Caxigós, notario de la población en el siglo XVI, o el acceso a la Casa Cultural que cuenta con un gran arco de medio punto dovelado.
La iglesia de la Asunción es coetánea al levantamiento de la población, aunque estos templos solían construirse en un extremo o a las afueras de la población, junto al camposanto, con lo cual en la primitiva Puebla de Fantova es posible que existiera un tramo entre el caserío y la iglesia.
Posteriormente, con el paso de los siglos y ya entrando en el siglo XVI-XVII, el urbanismo de la población creció de forma paulatina en dirección a la iglesia, continuando el viario de la Calle Mayor medieval, aunque con un pequeño quiebro a la altura del cubierto de Benedico. Son interesantes algunas portadas adinteladas que se observan en este tramo de calle así como la galería de arcos aragonesa típicamente renacentista que puede admirarse en Casa Rafelo.
Ya fuera de la denominada Calle Mayor y sus paralelas, hacia el norte y al noroeste surgió un ensanche más abierto y menos ordenado en su estructura, situado tras el antiguo cementerio, y adaptándose a la topografía del terreno, a una cota inferior que el resto de la población, ya fuera del recinto amurallado, favorecido por tiempos menos turbios y más tranquilos, sin necesidad de protección.
Posiblemente estas casas se levantarían en el siglo XVIII, cuando Carlos III ordenó sacar los cementerios pegados a la iglesia fuera de los recintos urbanos por razones de salubridad.
Así mismo se construyeron viviendas al este del antiguo recinto ya fuera de la muralla donde antiguamente se trataba de terrenos de eras o pastos, formando un ensanche que bordea el caserío, por el sur, este y norte, siendo el único acceso rodado de la población.
Actualmente
el núcleo de La Puebla de Fantova está
formado por alrededor de 50 casas agrupadas que constituyen un caserío muy
compacto y cerrado que conserva la impronta de su marcado origen defensivo.
Texto de Lola Gracia
[1] Fuego: Conjunto de todas aquellas personas que habitan una casa y toman la despensa de un superior o pater familias”